Queridos
papás,
Les
saludo muy cordialmente a todos y cada uno de ustedes, espero en Nuestro Señor
que se encuentren bien junto a sus familias.
Ha
sido muy grato poder volver a compartir nuevamente con ustedes en este último
seguimiento.
Hermoso
poder hablar del compartir y su valor, algo tan importante al interior de
nuestra comunidad.
Muchas
gracias por su entrega.
Revisando
alguna información recibida, les hago llegar esta reflexión como para
profundizar en el Evangelio de ese día.
Espero
les guste
Un
fuerte abrazo para todos y cada uno de ustedes.
Que
Dios los bendiga.
Amarás a Dios y luego al prójimo como a ti mismo
Mateo 22, 34-40.
Mateo 22, 34-40.
Pero el amor hay que demostrarlo más con nuestros comportamientos
que con buenos deseos.
Del santo Evangelio según san Mateo 22, 34-40
Mas los fariseos, al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».
Del santo Evangelio según san Mateo 22, 34-40
Mas los fariseos, al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».
Oración introductoria
Jesús, lo más importante en mi vida debe ser el amor, a Ti y a los
demás. Por ello, tener un diálogo de amor personal contigo es mi gran anhelo.
Aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad para ser perseverante en la oración.
Petición
Cristo, Rey nuestro, quiero amarte con todo mi corazón y todas mis
fuerzas.
Meditación del Papa Francisco
El
Evangelio de hoy nos recuerda que toda la Ley divina se resume en el amor a
Dios y al prójimo. El evangelista Mateo, cuenta que algunos fariseos se
pusieron de acuerdo para poner a Jesús a una prueba. Uno de ellos, un doctor de
la Ley le dirigió esta pregunta: '¿Maestro, en la Ley cual es el gran
mandamiento?'. Jesús citando el Libro del Deuteronomio respondió: "Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Este es el grande y primer mandamiento'.
Y
podría haberse detenido aquí. En cambio Jesús añade algo que no había sido
solicitado por el doctor de la ley: Dice de hecho: 'El segundo, después, es
similar a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo'. Tampoco este segundo
mandamiento es inventado por Jesús, pero lo toma del Libro del Levítico. La
novedad consiste justamente en poner juntos estos dos mandamientos --el amor de
Dios y el amor por el prójimo-- revelando que estos son inseparables y
complementarios, son dos caras de una misma medalla. No se puede amar a Dios
sin amar al prójimo, y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios. (S.S.
Francisco, Ángelus, 26 de
octubre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
Recuerdo que hace unos años me encontré con un señor en el tren, mientras viajaba de Roma a Florencia. Comenzamos a conversar y, en un momento dado, me dice este buen hombre: –"Padre, yo soy muy católico, igual que toda mi familia. Desde pequeño he sido siempre muy creyente". Como me lo decía tan convencido, ponderándomelo tanto, yo me permití preguntarle si iba a misa los domingos y si rezaba todos los días al menos una breve oración. ¡Y cuál no fue mi sorpresa al escucharle decir: –" Padre –me respondió muy serio– soy católico, pero no fanático". Me sorprendí tanto que no supe si echarme a reír o a llorar... Me parecía casi increíble lo que oía.
Creo que hoy muchos cristianos –o que se dicen cristianos– cometen el grandísimo error de disociar su fe y su comportamiento: afirman creer y amar a Dios, pero luego no hacen nada para probar su fe y su amor a Él. Como el caso de la chica que te conté la semana pasada. ¿Te acuerdas?
En el evangelio de hoy vemos a uno de los fariseos que se acerca a nuestro Señor para preguntarle cuál es el primer mandamiento; y Jesucristo le responde sin vacilar: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas". Ésta era la fórmula más sagrada y solemne para un israelita y constituía como el "corazón" de toda la Ley. La llamaban el "shemá" y todo judío piadoso lo conocía de memoria. Al igual que nosotros, los cristianos, aprendimos de memoria desde niños el primer mandamiento de la ley de Dios.
Hemos oído miles de veces y tenemos archisabido que "el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas”, y pensamos que de verdad lo amamos, aunque nuestras obras desdigan lo que afirman nuestras palabras. Pero el amor hay que demostrarlo más con nuestros comportamientos que con buenos deseos o sentimientos. "Obras son amores –reza el refrán popular–, que no buenas razones".
¿Qué pensaríamos nosotros de cualquier persona –podrías ser también tú mismo-- que dijera amar mucho a sus padres o a sus abuelos, pero que nunca fuera a visitarlos a su casa dizque porque "no tiene tiempo", porque viven muy lejos, o simplemente porque "no le nace"? ¿Verdad que eso nunca sucede en la vida real? Sería inconcebible, pues el amor nos lleva a estar cerca de los seres a quienes amamos. Y entonces, ¿por qué con Dios nos comportamos de esa manera? Decimos que lo amamos, pero no estamos dispuestos a visitarlo ni siquiera media horita cada semana. ¿Cada semana? ¡Ojalá fuera al menos cada semana! Y en ocasiones ni nos acordamos de Él a lo largo del día, al menos que "nos urja" pedirle algún favor. Es que somos a veces demasiado interesados...
A este primer mandamiento, nuestro Señor añade otro: "Amar al prójimo como a uno mismo". Es el mandamiento de la caridad, que es igual de importante que el primero. Es más, "quien dice amar a Dios a quien no ve, pero no ama a su hermano a quien ve, es un mentiroso", nos dice san Juan. Y el mismo Cristo afirma que "de estos dos mandamientos penden toda la Ley y los profetas". O sea que aquí se halla resumida toda la revelación bíblica. Éste fue el "mandamiento nuevo" que Él vino a traernos; éste es el núcleo del Evangelio y la esencia del cristianismo. Quien no vive el mandato de la caridad, simplemente no puede llamarse cristiano.
Recuerdo que hace unos años me encontré con un señor en el tren, mientras viajaba de Roma a Florencia. Comenzamos a conversar y, en un momento dado, me dice este buen hombre: –"Padre, yo soy muy católico, igual que toda mi familia. Desde pequeño he sido siempre muy creyente". Como me lo decía tan convencido, ponderándomelo tanto, yo me permití preguntarle si iba a misa los domingos y si rezaba todos los días al menos una breve oración. ¡Y cuál no fue mi sorpresa al escucharle decir: –" Padre –me respondió muy serio– soy católico, pero no fanático". Me sorprendí tanto que no supe si echarme a reír o a llorar... Me parecía casi increíble lo que oía.
Creo que hoy muchos cristianos –o que se dicen cristianos– cometen el grandísimo error de disociar su fe y su comportamiento: afirman creer y amar a Dios, pero luego no hacen nada para probar su fe y su amor a Él. Como el caso de la chica que te conté la semana pasada. ¿Te acuerdas?
En el evangelio de hoy vemos a uno de los fariseos que se acerca a nuestro Señor para preguntarle cuál es el primer mandamiento; y Jesucristo le responde sin vacilar: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas". Ésta era la fórmula más sagrada y solemne para un israelita y constituía como el "corazón" de toda la Ley. La llamaban el "shemá" y todo judío piadoso lo conocía de memoria. Al igual que nosotros, los cristianos, aprendimos de memoria desde niños el primer mandamiento de la ley de Dios.
Hemos oído miles de veces y tenemos archisabido que "el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas”, y pensamos que de verdad lo amamos, aunque nuestras obras desdigan lo que afirman nuestras palabras. Pero el amor hay que demostrarlo más con nuestros comportamientos que con buenos deseos o sentimientos. "Obras son amores –reza el refrán popular–, que no buenas razones".
¿Qué pensaríamos nosotros de cualquier persona –podrías ser también tú mismo-- que dijera amar mucho a sus padres o a sus abuelos, pero que nunca fuera a visitarlos a su casa dizque porque "no tiene tiempo", porque viven muy lejos, o simplemente porque "no le nace"? ¿Verdad que eso nunca sucede en la vida real? Sería inconcebible, pues el amor nos lleva a estar cerca de los seres a quienes amamos. Y entonces, ¿por qué con Dios nos comportamos de esa manera? Decimos que lo amamos, pero no estamos dispuestos a visitarlo ni siquiera media horita cada semana. ¿Cada semana? ¡Ojalá fuera al menos cada semana! Y en ocasiones ni nos acordamos de Él a lo largo del día, al menos que "nos urja" pedirle algún favor. Es que somos a veces demasiado interesados...
A este primer mandamiento, nuestro Señor añade otro: "Amar al prójimo como a uno mismo". Es el mandamiento de la caridad, que es igual de importante que el primero. Es más, "quien dice amar a Dios a quien no ve, pero no ama a su hermano a quien ve, es un mentiroso", nos dice san Juan. Y el mismo Cristo afirma que "de estos dos mandamientos penden toda la Ley y los profetas". O sea que aquí se halla resumida toda la revelación bíblica. Éste fue el "mandamiento nuevo" que Él vino a traernos; éste es el núcleo del Evangelio y la esencia del cristianismo. Quien no vive el mandato de la caridad, simplemente no puede llamarse cristiano.
Propósito
Vamos a visitar a nuestro Señor al menos cada semana en la Misa dominical y acordamos de conversar con Él algún ratito durante el día, creo que Él se sentirá feliz porque le mostramos nuestro amor filial con obras. Pero, además, nuestra vida cristiana mejorará de una manera muy notable. Entonces amaremos de verdad a Dios con nuestro comportamiento y no sólo con buenos sentimientos o palabras bonitas.
Vamos a visitar a nuestro Señor al menos cada semana en la Misa dominical y acordamos de conversar con Él algún ratito durante el día, creo que Él se sentirá feliz porque le mostramos nuestro amor filial con obras. Pero, además, nuestra vida cristiana mejorará de una manera muy notable. Entonces amaremos de verdad a Dios con nuestro comportamiento y no sólo con buenos sentimientos o palabras bonitas.
P. Sergio Córdova LC
Un
abrazo en Don Bosco y la Bendición de María Auxiliadora.
QUE EL SEÑOR GUIE NUESTROS PASOS, ILUMINE
NUESTRO SENDERO Y NOS ACOMPAÑE SIEMPRE
EQUIPO EN ORACION PERMANENTE
Saluda
Atentamente
Guillermo
Cornejo M.
EQUIPO EPE - SALESIANO –
VALPARAISO
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