Cuando Silvia me llamó y me dijo que deseaba conversar conmigo, pensé que algo grave le había sucedido. Y más, cuando al acercarme, me dijo con voz preocupante que esperara un momento. Se hallaba un poco ocupada.
Luego, la saludé con efusividad. Su respuesta fue seria y lejana. “Por favor, no me vuelva a saludar así. No me gusta. Es más, no estoy acostumbrada a que la gente me abrace. No me gusta”. Con un simple, “tranquila”, me retiré.
Pero no bajé la guardia. Entré a Internet y le envié tres mensajes sobre los abrazos, su importancia y el significado de los mismos. He sido un convencido de que los abrazos valen la pena y que cuando abrazo, me abrazan. El abrazo es una excelente señal de afecto.
Cuando recorro los colegios y salones, cuando hablo con docentes y padres de familia, los invito a abrazarse. Es una manifestación sincera de amistad. Muchas veces, no hay qué hablar, sino abrazar. Con el abrazo se dice todo.
En ocasiones, cuando se va a un velorio, es mejor abrazar a la familia sin decir palabra alguna. Cuando se saluda a un amigo o a una amiga. Cuando se va a una fiesta. Cuando hay encuentros fugaces.
Cuando se habla con los hijos, estos siempre esperan un abrazo. Los hijos sienten mucho amor cuando sus padres los abrazan, los besan, los miman. Si ello ocurriera con más frecuencia en las familias, no habría tanta soledad en los jóvenes.
Los abrazos son especiales para aquellas personas que fácilmente se deprimen. Cuando alguien está llorando, es mejor no preguntarle qué le pasa, sino abrazarla. Esa persona se siente fuerte, se vuelve optimista y hasta puede decir: “Gracias, ¡lo necesitaba tanto!”. Muchas veces requerimos de un abrazo. Sin que nadie nos pregunte, lo sentimos y recibimos fuerza, cariño, amor.
Por eso, quisiera que no hubiese muchas Silvias en el mundo. Aunque sé que muchas veces hay personas que no están enseñadas, porque nadie las abraza. Y recuerdo a los niños en un colegio, a quienes les pregunté por qué no lo hacían y me contestaron que no estaban enseñados. Que nadie les había dado un abrazo en su vida y que eso les parecía extraño.
Recordar que los abrazos son gratis es muy importante. Por eso, mi petición sincera, sencilla es que haya abrazos por doquiera. Que no se niegue un abrazo. Porque los abrazos son como vitaminas que producen energía y llenan el alma de amistad. Para todos, un gran abrazo.
Luego, la saludé con efusividad. Su respuesta fue seria y lejana. “Por favor, no me vuelva a saludar así. No me gusta. Es más, no estoy acostumbrada a que la gente me abrace. No me gusta”. Con un simple, “tranquila”, me retiré.
Pero no bajé la guardia. Entré a Internet y le envié tres mensajes sobre los abrazos, su importancia y el significado de los mismos. He sido un convencido de que los abrazos valen la pena y que cuando abrazo, me abrazan. El abrazo es una excelente señal de afecto.
Cuando recorro los colegios y salones, cuando hablo con docentes y padres de familia, los invito a abrazarse. Es una manifestación sincera de amistad. Muchas veces, no hay qué hablar, sino abrazar. Con el abrazo se dice todo.
En ocasiones, cuando se va a un velorio, es mejor abrazar a la familia sin decir palabra alguna. Cuando se saluda a un amigo o a una amiga. Cuando se va a una fiesta. Cuando hay encuentros fugaces.
Cuando se habla con los hijos, estos siempre esperan un abrazo. Los hijos sienten mucho amor cuando sus padres los abrazan, los besan, los miman. Si ello ocurriera con más frecuencia en las familias, no habría tanta soledad en los jóvenes.
Los abrazos son especiales para aquellas personas que fácilmente se deprimen. Cuando alguien está llorando, es mejor no preguntarle qué le pasa, sino abrazarla. Esa persona se siente fuerte, se vuelve optimista y hasta puede decir: “Gracias, ¡lo necesitaba tanto!”. Muchas veces requerimos de un abrazo. Sin que nadie nos pregunte, lo sentimos y recibimos fuerza, cariño, amor.
Por eso, quisiera que no hubiese muchas Silvias en el mundo. Aunque sé que muchas veces hay personas que no están enseñadas, porque nadie las abraza. Y recuerdo a los niños en un colegio, a quienes les pregunté por qué no lo hacían y me contestaron que no estaban enseñados. Que nadie les había dado un abrazo en su vida y que eso les parecía extraño.
Recordar que los abrazos son gratis es muy importante. Por eso, mi petición sincera, sencilla es que haya abrazos por doquiera. Que no se niegue un abrazo. Porque los abrazos son como vitaminas que producen energía y llenan el alma de amistad. Para todos, un gran abrazo.
Manuel Gómez S
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